Nuestra aventura de ser maestros
Después de haber leído los textos de José Manuel Esteve, Miguel Ángel Santos Guerra y Paulo Freire vuelvo a mirar mi primer escrito “Mi confrontación con la docencia” para examinar hasta éste momento lo realizado en el contexto de mi práctica docente con la teoría, y trataré de hacerlo a través de dos ejes que considero importantes: el ideal de ser maestro y la formación de los docentes.
a) El ideal de ser maestro.
Nuestras primeras experiencias de trabajo fueron recordando a los profesores que nos dieron clases y, el estilo de enseñar se fue semejando con la de aquel profesor que en algún momento nos identificamos con él y lo consideramos el “mejor”.
Al salir de la facultad de pedagogía consideraba, como muchos de nosotros, y como lo expresa Miguel Ángel Santos: será mejor profesional aquel que lleve a la práctica las teorías, aquel que aplique de manera más correcta y precisa los principios de intervención. Por eso mi fracaso con los alumnos en bachillerato pues no hubo una lectura del contexto como lo maneja Paulo Freire y sólo trataba de enseñar un contenido y con ello ser un transmisor del conocimiento. Tuve que aprender que para enseñar se tiene primero que aprender a enseñar como lo dice Paulo Freire “enseñar no existe sin el aprender” aunque esto resulte doloroso y nos etiquetemos como “no sirvo para esto”.
Sin embargo, como le dice José Manuel Esteve a medida que vamos aprendiendo por ensayo y error vamos formando nuestra propia identidad profesional y entendemos a la escuela como un espacio donde: aprendemos, compartimos tiempo, espacio y afecto con los compañeros docentes, alumnos y directivos. La idea de que aplicar una variedad de técnicas resulta eficaz para el aprendizaje va quedando atrás y va prevaleciendo la concepción del “profesor como un profesional que reflexiona, diagnóstica, investiga y actúa de forma autónoma y crítica”[1] pero además con un sentido humano. A partir de aquí entonces podremos entender el contexto actual de la educación donde necesitamos trabajar para que nuestra profesión nuevamente sea socialmente valorada.
b) La formación de los docentes
Es cierto que nadie nos enseña a ser profesores y que salimos de la universidad con muchos conocimientos teóricos pero no con los conocimientos prácticos y sobreviene lo que dice José Manuel Esteve “El choque con la realidad”, por lo que vamos buscando recursos y elementos que nos permitan comprender esa realidad. Y tomamos cursos de didáctica, pedagogía, motivación, etc., damos relevancia a los contenidos y al cómo enseñar los contenidos pasando por alto que el personaje central es el alumno y que debemos partir de sus intereses y su realidad; y comprender que la esencia de nuestro trabajo está al servicio del aprendizaje de nuestros alumnos no es nada fácil. Sin embargo, creo que como complemento a esa búsqueda de información que nos permita ser mejores, también deben estar presentes estos momentos de reflexión conscientes de nuestro quehacer profesional, ya que muchas de las veces trabajamos inmersos en la institución y condicionados por ella.
Como lo expresa Miguel Ángel Santos se deben desarrollar estrategias que permitan una reflexión compartida sobre las realidades a las que nos enfrentamos; ciertamente tenemos mucho que aprender pero espero, cómo muchos de ustedes, “que las prácticas den lugar a un trabajo compartido de análisis sobre la realidad educativa. Lo fundamental no es ver experiencias interesantes de renovación, sino desarrollar estrategias rigurosas de análisis y de comprensión”[2]
Todos los que estamos aquí compartimos estas ideas, pero hay muchos docentes que trabajan sin la vocación y a ellos aludía en mi escrito anterior, es una realidad que no podemos esquivar. Y el reto es grande pues no solo debemos pensar en nuestros jóvenes sino en aquellos profesionales que se dedican a la docencia y que enseñan a los jóvenes entonces nuestras preguntas serían ¿Cómo interesar al docente en la enseñanza? ¿Cómo hacer para que realmente quieran enseñar? ¿Cómo hacer para que el docente reflexione sobre su práctica y se autoevalué?, etc.
Como todo proceso de aprendizaje es necesaria la retroalimentación, así que compañeros es un gusto compartir con Ustedes estos espacios.
Saludos
Tony
[1] Miguel Ángel Santos G. La concepción del profesor. p2
[2] Ibidem p3
Después de haber leído los textos de José Manuel Esteve, Miguel Ángel Santos Guerra y Paulo Freire vuelvo a mirar mi primer escrito “Mi confrontación con la docencia” para examinar hasta éste momento lo realizado en el contexto de mi práctica docente con la teoría, y trataré de hacerlo a través de dos ejes que considero importantes: el ideal de ser maestro y la formación de los docentes.
a) El ideal de ser maestro.
Nuestras primeras experiencias de trabajo fueron recordando a los profesores que nos dieron clases y, el estilo de enseñar se fue semejando con la de aquel profesor que en algún momento nos identificamos con él y lo consideramos el “mejor”.
Al salir de la facultad de pedagogía consideraba, como muchos de nosotros, y como lo expresa Miguel Ángel Santos: será mejor profesional aquel que lleve a la práctica las teorías, aquel que aplique de manera más correcta y precisa los principios de intervención. Por eso mi fracaso con los alumnos en bachillerato pues no hubo una lectura del contexto como lo maneja Paulo Freire y sólo trataba de enseñar un contenido y con ello ser un transmisor del conocimiento. Tuve que aprender que para enseñar se tiene primero que aprender a enseñar como lo dice Paulo Freire “enseñar no existe sin el aprender” aunque esto resulte doloroso y nos etiquetemos como “no sirvo para esto”.
Sin embargo, como le dice José Manuel Esteve a medida que vamos aprendiendo por ensayo y error vamos formando nuestra propia identidad profesional y entendemos a la escuela como un espacio donde: aprendemos, compartimos tiempo, espacio y afecto con los compañeros docentes, alumnos y directivos. La idea de que aplicar una variedad de técnicas resulta eficaz para el aprendizaje va quedando atrás y va prevaleciendo la concepción del “profesor como un profesional que reflexiona, diagnóstica, investiga y actúa de forma autónoma y crítica”[1] pero además con un sentido humano. A partir de aquí entonces podremos entender el contexto actual de la educación donde necesitamos trabajar para que nuestra profesión nuevamente sea socialmente valorada.
b) La formación de los docentes
Es cierto que nadie nos enseña a ser profesores y que salimos de la universidad con muchos conocimientos teóricos pero no con los conocimientos prácticos y sobreviene lo que dice José Manuel Esteve “El choque con la realidad”, por lo que vamos buscando recursos y elementos que nos permitan comprender esa realidad. Y tomamos cursos de didáctica, pedagogía, motivación, etc., damos relevancia a los contenidos y al cómo enseñar los contenidos pasando por alto que el personaje central es el alumno y que debemos partir de sus intereses y su realidad; y comprender que la esencia de nuestro trabajo está al servicio del aprendizaje de nuestros alumnos no es nada fácil. Sin embargo, creo que como complemento a esa búsqueda de información que nos permita ser mejores, también deben estar presentes estos momentos de reflexión conscientes de nuestro quehacer profesional, ya que muchas de las veces trabajamos inmersos en la institución y condicionados por ella.
Como lo expresa Miguel Ángel Santos se deben desarrollar estrategias que permitan una reflexión compartida sobre las realidades a las que nos enfrentamos; ciertamente tenemos mucho que aprender pero espero, cómo muchos de ustedes, “que las prácticas den lugar a un trabajo compartido de análisis sobre la realidad educativa. Lo fundamental no es ver experiencias interesantes de renovación, sino desarrollar estrategias rigurosas de análisis y de comprensión”[2]
Todos los que estamos aquí compartimos estas ideas, pero hay muchos docentes que trabajan sin la vocación y a ellos aludía en mi escrito anterior, es una realidad que no podemos esquivar. Y el reto es grande pues no solo debemos pensar en nuestros jóvenes sino en aquellos profesionales que se dedican a la docencia y que enseñan a los jóvenes entonces nuestras preguntas serían ¿Cómo interesar al docente en la enseñanza? ¿Cómo hacer para que realmente quieran enseñar? ¿Cómo hacer para que el docente reflexione sobre su práctica y se autoevalué?, etc.
Como todo proceso de aprendizaje es necesaria la retroalimentación, así que compañeros es un gusto compartir con Ustedes estos espacios.
Saludos
Tony
[1] Miguel Ángel Santos G. La concepción del profesor. p2
[2] Ibidem p3
1 comentario:
Tony
el escrito de tu aventura de ser docente demuestra que todos pasamos por una serie de obstáculos que nos llevan a identificarnos con el ser maestro, pero coincido que lo preocupante es cuándo a pesar de los años de experiencia no se ve a la docencia como una labor de compromiso social.
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